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miércoles, 26 de marzo de 2008

LA EDUCACIÓN EN COLOMBIA


La educación en Colombia es excluyente, inequitativa y clasista. Además, su estructuración tiene como objetivo proveer a esta sociedad de los individuos necesarios para mantener un “statu quo” “diseñado” desde las más altas esferas del poder económico, político y social; y aceptado como normal por parte de la gran mayoría de los miembros de la nación.

Cuando en un país impera la regla según la cual, estudia el que puede y no el que quiere, éste es excluyente. Claro, toda regla tiene su excepción. De hecho, algunos colombianos logran acceder a la educación superior gracias a dos vías: en primer lugar, siendo parte de ese paupérrimo 10% de afortunados bachilleres que -como si se tratara de una rifa- logran obtener un cupo en alguna de las pocas universidades públicas (La mayoria son de gran calidad) a las que, dicho sea de paso, tienen la posibilidad de presentarse en igualdad de condiciones todos los aspirantes, sin importar si provienen de un colegio estrato 6, bilingüe, certificado y de excelente calidad, o por el contrario, de un establecimiento más humilde, donde el nivel claramente no es el mismo. De modo que no se requiere ser un sabio para darse cuenta quien tiene las de ganar. En segundo lugar, para que un colombiano pueda educarse debe optar por trabajar y estudiar al mismo tiempo. La cuestión es que si se vio en la necesidad de seguir este camino ha de ser porque debe cumplir con otras obligaciones. (Su propia subsistencia, la ayuda a sus padres, hermanos e incluso para algunos sus propios hijos) En ese orden de ideas, son muy contados los que tienen la posibilidad de ingresar a las mejores Universidades del país, porque a su vez, son las más costosas.

Y así como en el nivel secundario la educación es inequitativa, pues, en el nivel superior ni se diga. O acaso ¿Alguien duda de la innegable calidad de Universidades como Los Andes, El Cesa, La Eafit, El Externado, El Rosario y La Javeriana? Instituciones que además de tener acreditación institucional, tienen en su nomina un considerable número de docentes con doctorado, muchos de los cuales son verdaderas autoridades de sus respectivas disciplinas en Colombia; profesores visitantes provenientes de prestigiosas universidades del mundo, en fin, fuentes primarias del conocimiento y no tan sólo comentadores de comentadores; o en el peor de los casos, profesionales recién egresados.

En estas universidades -salvo contadas excepciones- se forma a la elite del país. De allí, salen los que van a gobernar, los que van a dirigir las grandes empresas, los que van a ocupar los mejores puestos del Estado, los que van a formar parte del servicio diplomático, los que manejan la opinión; en síntesis, los que van a hacer el relevo de quienes hoy llevan las riendas de la “patria”. Así ha sido, es y será por mucho tiempo.

Por eso es que la educación es clasista. Porque en este país, una es la que recibe la clase alta, muy diferente y de mayor categoría a la que accede la clase media y de la recibida por la clase baja ni hablar, mera capacitación en artes y oficios; estas dos últimas, casi condenadas a ser obreros de los primeros. A no ser que se trate de unos aguerridos emprendedores dispuestos a cambiar su “destino”.

Así entonces, tenemos una sociedad con un “eficiente” modelo educativo que funciona a la perfección. Produce por un lado, los futuros jefes de estado, ministros, embajadores, altos ejecutivos, generales; y por otro, los cientos de profesionales que estarán al servicio de éstos y se sentirán profundamente agradecidos por la oportunidad brindada, a la espera de un golpe de suerte o de un “palancazo” que les ayude a ascender al siguiente nivel. Y en cuanto a los desafortunados, su educación –si acaso- les alcanzará para ser auxiliares, de los auxiliares, para hacer los oficios que los otros consideran dignos pero que nunca harían. (El vigilante, la señora del servicio, la secretaria, el barrendero, el mensajero, la impulsadora, el chofer, el ruso y un largo etc, etc, etc)

Con este tipo de educación se mantiene el “statu quo”, todo sigue igual y lo más triste es que para muchos es normal. Ojalá, no esté muy lejano el día en que la educación de calidad esté al alcance de TODOS y deje de ser un privilegio de unos pocos. Aunque a decir verdad, como lo señala el profesor Trevor - Roper en su obra The Rise of Christian Europe:
"Las clases dominantes no pueden cambiar fácilmente de orientación, su dominio social y las instituciones por medio de las cuales lo ejercen, impiden a otras clases asegurarse el poder o cambiar de politica"
De modo que ese deseo puede ser realmente una utopía, pues mientras la educación siga siendo un negocio y una forma de control social, quienes la administran y se lucran de ella no estarán interesados en democratizarla.