
Jorge Iván Cuervo –columnista de El Espectador- escribe esta semana: “Supongamos que el Presidente de la República fuera, por decir algo, Lucho Garzón, y que cerca de la mitad de los congresistas estuvieran privados de la libertad o en trance de rendir cuentas ante la justicia por haberse aliado con las Farc en el 2002. Me pregunto si el establecimiento económico, el político, el mediático, y en general la opinión pública, tolerarían una situación así, y rodearían al Presidente de la República de la manera como hoy lo están haciendo. Me pregunto si RCN, Caracol, la Hora de la Verdad a medias, el Tiempo, el Colombiano, los gremios - y de paso Estados Unidos -, pasarían de agache ante una situación de esa naturaleza, bajo el entendido de que hay que proteger la institución presidencial, ocúpela quien la ocupe.”
Si las cosas “fueran al revés”, estaríamos ante una crisis de dimensiones apocalípticas, pues Colombia es el único país en el mundo donde su congreso tiene 29 de sus miembros en la cárcel y 52 están haciendo fila para ir a hacerles compañía (entre ellos el presidente del partido de la U, y la actual presidenta del Congreso) Y como cosa curiosa, el 98% de estos enredados personajes son afectos al gobierno, son parte de la coalición, es decir, son uribistas. Es más, ninguno de los partidos que acompañan al presidente en su gestión se salva del escándalo del momento. Solo dos partidos pueden hablar con autoridad el MIRA y El Polo Democrático, cuyos miembros están saliendo bien librados.
Cuando Mancuso y Vicente Castaño señalaron que ellos tenían el 35% del Congreso, eso parecía un exabrupto, pero el tiempo les dio la razón, e incluso parece ser que la cuota será más alta. Lo cual indica que el paramilitarismo se tomó el poder, no solamente en el Congreso, también en algunas gobernaciones en entidades públicas y en el ejecutivo central, en otras palabras, la combinación de todas las formas de lucha en su máxima expresión. Impusieron su modelo, impusieron sus representantes, impusieron su lectura del conflicto.
En medio de todo este ruido de la parapolitica, el Congreso ha llevado la peor parte. Esta totalmente desprestigiado, en duda su legitimidad, es considerado una vergüenza, y tirios y troyanos coinciden en su repudio hacia esta institución. Ahora, esos mismos partidos que tienen a sus miembros en la cárcel o investigados, pretenden sacar adelante una reforma política, hecha a su medida, como quien dice “tras de ladrones, hinchados y con papera”, y lo peor del caso, es que haciendo uso del poder que les da ser la mayoría y su contubernio con el gobierno trataran de evitar una reforma profunda que los deje por fuera del escenario; y en el colmo de la sinverguenzeria, impulsaran la creación de una nueva Corte que los "juzgue", supuestamente porque la actual Corte Suprema no les ofrece garantias; màs bien pensaria que lo hacen porque esta no se deja manipular.
Aunque no quisiera hacer referencia al presidente, me veo en la necesidad. Es difícil entender como sigue conservando esa supuesta abrumadora popularidad cuando su entorno y con quienes ha gobernado son precisamente los que hoy están envueltos en semejante embrollo. Valga recordar algunos casos: el ex director del Das, (nombrado y defendido hasta mas no poder por Uribe), el exembajador en Chile, Salvador Arana (hoy prófugo de la justicia, y nombrado obviamente por Uribe), Rubén Darío Quintero, (su secretario privado en la gobernación de Antioquia), y el peor de todos, su primo hermano, su socio de carrera política, su partner, Mario Uribe, que ahora quiere evadir la acción de la justicia y salir corriendo bajo la figura del asilo político en Costa Rica, entre otros. Estos los que han salido a la luz pública, ¿Cuántos y de que calaña serán los que no conocemos? De modo pues que la relación del presidente con los llamados parapoliticos ha sido estrecha, y no se requiere ser opositor, ni antiuribista para darse cuenta de ello, basta con revisar los hechos. Como por ejemplo el proselitismo político en la misma tarima del entonces candidato Uribe en el 2001 junto con Rocío Arias (hoy confesa paramilitar) y Carlos Clavijo (prófugo de la justicia). Y esto es solo una pequeña muestra porque día tras día se ira descubriendo el velo. Popularmente se dice que “todos los caminos conducen a Roma”, pues bien, al parecer, en nuestro caso podríamos decir “todos los caminos conducen a Uribe” amanecerá y veremos.
Si usted, estimado lector, es uribista y se aguantó hasta este punto de la lectura, permítame decirle que lo respeto profundamente, esta en todo su derecho de creer en su presidente, lo único que le pido es, lea, documéntese, no se deje enredar, vea mas allá, y si al final sigue con la misma convicción, pues defiéndala y asuma la responsabilidad de lo que se nos viene encima.