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sábado, 5 de diciembre de 2009

LA ACADEMIA RED

Desde que empecé a tomar conciencia del sistema bajo el cual vivo, mi desconfianza y desprecio hacia el sistema educativo “tradicional” ha ido tomando fuerza. Lo considero anacrónico, concebido para producir obreros en masa, gentes que no son formados para pensar, sino, para obedecer. Cambiar el sistema educativo tomará su tiempo, mientras tanto, se puede ir sembrando conciencia y aunando esfuerzos en esa dirección. En esta oportunidad, comparto con ustedes un fragmento de un libro que estoy leyendo, “La Ética del Hacker y el Espíritu de la Era de la Información”, escrito por Pekka Himanen.

Que lo disfruten y espero sus comentarios.

El espíritu de la academia griega y del modelo hacker, sintetizado en la idea de Platón de que “ninguna persona libre debe aprender nada como un esclavo”, difiere por completo del espíritu del monasterio (escuela), resumido en la regla monástica de san Benito: “Al maestro corresponde hablar y enseñar; al discípulo estar callado y escuchar”. La ironía ha querido que actualmente la academia tienda a modelar su estructura de aprendizaje tomando como base el modelo monástico del emisor-receptor. Ironía que, por lo demás, no hace sino amplificarse cuando la academia empieza a construir una “universidad virtual” y el resultado es una escuela monástica informatizada.

La importancia de la revolución científica del siglo XVII se supone que estribó en el abandono de la escolástica y su sustitución por una ciencia que se afanaba de forma constante en alcanzar nuevos conocimientos. La universidad conservó, no obstante, la jerarquía y el modelo escolástico de docencia, tal como refleja su vocabulario (por ejemplo, “decano” era en su origen el titular de un monasterio). La revolución científica tuvo lugar hace cuatro siglos, pero no encontró ni encuentra su reflejo adecuado en las universidades como base para un aprendizaje basado en la investigación. No parece lógico esperar que los métodos escolásticos de enseñanza formen individuos modernos capaces de pensar por su propia cuenta ni generen un nuevo saber.

La mayor relevancia del modelo hacker de aprendizaje estriba en recordarnos el potencial existente en la idea original de considerar idénticos el desarrollo académico y los modelos de aprendizaje.

Podríamos también utilizar esta idea para crear una Academica red generalizada, en la cual todos los materiales de estudio estarían puestos a libre disposición de cualquiera para su uso, crítica y desarrollo. Al mejorar el material existente en nuevas direcciones, la red no dejaría de producir mejores recursos para el estudio directo de esos temas. A los miembros de la red los impulsaría su pasión por diversos temas y el reconocimiento de sus aportaciones por parte de sus colegas.

Lógicamente, la expansión y el desarrollo continuos de este material, así como su discusión y examen, serían también el único modo que tendría la Academia red para garantizar los méritos de estudio; y, fiel a su espíritu, los méritos superiores serían concedidos a aquellos logros que demostraran ser los más valiosos para el conjunto de la comunidad de aprendizaje. Una lectura al estilo hacker del material con vistas a criticarlo y mejorarlo (es decir, con la perspectiva de hacer algo, y motivarse uno mismo, con ese material) sería mucho más propicia al aprendizaje que la actual tendencia a una lectura sin más.

La Academia red seguiría el modelo hacker al crear un todo interrelacionado que abarcara desde el estudiante principiante hasta el investigador más destacado en un campo concreto. Los estudiantes aprenderían a ser aprendices de investigación desde el principio, debatiendo asuntos con los investigadores, y pasarían luego a estudiar directamente las publicaciones de su campo de investigación.

En la Academia red, cada hito de aprendizaje enriquecería de forma permanente a los demás. En solitario o en compañía de otros, el aprendiz añadiría algo al material compartido. Este modo de plantear las cosas difiere de nuestro modo actual de aprendizaje de usar y tirar, en el cual cada estudiante empieza desde el principio, pasa los mismos exámenes aislado de los otros y nunca se beneficia de las ideas de los demás. Peor aún, terminado el examen el examinador viene a tirar todas las ideas de los individuos a la papelera. Es un proceder tan absurdo como lo sería que cada generación de investigadores tomara la decisión de desechar todos sus resultados (“Ya veo, E = mc2; ¡y qué!, ¡al cesto!”) y dejara que la siguiente generación volviera a empezar desde cero.

Huelga decir que la realización práctica de la Academia red supone un gran desafío. Por ejemplo, al igual que sucede en el mundo de los hackers e investigadores, es necesaria una estructura guía para la creación colectiva de materiales de aprendizaje. Cuando el material está siendo continuamente adaptado y se expande en nuevas direcciones, aparecen versiones que compiten entre sí.

Siempre sucede de este modo en los campos de la programación informática y la investigación científica. Los hackers han resuelto los problemas prácticos que comporta esta dinámica desarrollando lo que dan en llamar “sistemas de versiones concurrentes”: estos sistemas permiten determinar en qué medida las versiones concurrentes difieren tanto respecto de la versión ya existente como unas de otras entre sí. En un plano más teórico, el problema puede resolverse mediante la introducción de evaluadores. Con la ayuda de un sistema de versiones concurrente, un grupo autoorganizado de evaluadores puede decidir entre las diversas versiones y combinar sus ideas, si es necesario.

Una vez que el hacker nos ha recordado la plena importancia que reviste el modelo académico, resultaría muy extraño que continuáramos nuestra práctica actual de suministrar sobre todo resultados a los estudiantes, sin llegar a inculcarles el modelo académico: un proceso colectivo de planteamiento de problemas, de reflexión sobre los mismos y de formulación de soluciones; un proceso impulsado por la pasión y por el reconocimiento, de las aportaciones socialmente valiosas. La esencia de la academia no reside en sus logros individuales, sino en el propio modelo académico.


jueves, 19 de noviembre de 2009

LA LEY DE LINUS

La Ley de Linus[1] establece que todas nuestras motivaciones se pueden agrupar en tres categorías básicas. Y lo que es aún más importante, el progreso consiste en ir pasando de una categoría a la siguiente como fases de un proceso de evolución. Las categorías son, por este orden, 1) Supervivencia, 2) Vida Social y 3) Entretenimiento.

La primera fase, la supervivencia, salta a la vista. La prioridad de cualquier ser vivo es sobrevivir.

¿Y las otras dos? Suponiendo que estemos de acuerdo en considerar que la supervivencia es una fuerza motivadora fundamental, las otras se siguen de la pregunta: ¿Por qué está dispuesta la gente a arriesgar su vida? Algo por lo que uno pueda perder su vida tiene que ser una motivación sin duda fundamental.

A algunos les podría parecer discutible mi selección de fuerzas motivadoras, pero creo que estoy en lo cierto. Es fácil encontrar ejemplos de personas y de otros seres vivos que valoran sus vínculos sociales más que a sus vidas. En la literatura universal, Romeo y Julieta es el ejemplo clásico, sin duda, pero también la noción de “morir por la propia familia/patria/religión” refleja con claridad que los vínculos sociales pueden llegar a ser más importantes que la vida de uno mismo.

El entretenimiento puede parecer una elección extraña; pero por entretenimiento entiendo algo más que jugar con la Nintendo. Es el ajedrez. Es la pintura. Es el ejercicio mental que comporta cualquier intento de explicar el universo. Einstein no estaba motivado por la supervivencia cuando pensaba en la física. Tampoco debió de ser para él una cuestión social. Era entretenimiento. Entretenimiento es algo intrínsecamente interesante y capaz de plantear desafíos.

Y la búsqueda de entretenimiento constituye sin duda un fuerte impulso.

No es que alguien llegue a desear morir por la propia Nintendo, pero pensemos por ejemplo, en la expresión “morir de aburrimiento”: alguien, sin duda, preferiría morir que aburrirse por toda la eternidad, razón por la cual hay gente que se dedica a tirarse de aviones sin tener motivo aparente para hacerlo, sólo por el estremecimiento que les produce saltar al vacío y poner coto de este modo al aburrimiento.

Y el dinero, ¿es una motivación? El dinero sin duda es algo útil, pero la mayoría estaría de acuerdo en que el dinero per se no es lo que motiva en última instancia a las personas. El dinero motiva por lo que comporta, es el definitivo instrumento de trueque para conseguir lo que realmente nos interesa y preocupa.

Obsérvese que con el dinero, por lo general, resulta fácil adquirir supervivencia, aunque es mucho más difícil comprar vínculos sociales y entretenimiento. Sobre todo, entretenimiento con E mayúscula, el que acaba dando sentido y significado a la existencia.

Tampoco se debe pasar por alto el efecto social que supone tener dinero, se compre algo o no con él. El dinero continúa siendo algo muy poderoso, pero no es más que un representante, un apoderado de otros factores mucho más fundamentales.

La ley de Linus no se interesa tanto por el hecho de que éstas sean las tres motivaciones de las personas, sino por la idea de que nuestro progreso consiste en ir pasando de una fase a otra en un proceso completo desde la supervivencia a la vida social y al entretenimiento.



[1] Linus Torvald. Nacido en 1969, es uno de los más respetados hackers de la comunidad informática, pues fue el creador en 1991 del sistema operativo Linux, cuando estudiaba en la universidad de Helsinki. Este sistema, utilizado por millones de usuarios en todo el mundo, constituye la más severa amenaza a la hegemonía de Microsoft. También colabora con Transmeta, empresa competidora de Intel. En la actualidad vive en Santa Clara (California) con su mujer y sus tres hijas.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

¿CUÀL ES EL PROPOSITO DE ESTE BLOG?

“En el centro de nuestra era tecnológica se hallan unas personas que se autodenominan hackers. Se definen a sí mismos como personas que se dedican a programar de manera apasionada y creen que es un deber para ellos compartir la información y elaborar software gratuito. No hay que confundirlos con los crackers, los usuarios destructivos cuyo objetivo es el de crear virus e introducirse en otros sistemas: un hacker es un experto o un entusiasta de cualquier tipo que puede dedicarse o no a la informática. En este sentido, la ética hacker es una nueva moral que desafía la ética protestante del trabajo, tal como la expuso hace casi un siglo Max Weber en su obra clásica La ética protestante y el espíritu del capitalismo, y que está fundada en la laboriosidad diligente, la aceptación de la rutina, el valor del dinero y la preocupación por la cuenta de resultados. Frente a la moral presentada por Weber, la ética del trabajo para el hacker se funda en el valor de la creatividad, y consiste en combinar la pasión con la libertad. El dinero deja de ser un valor en sí mismo y el beneficio se cifra en metas como el valor social y el libre acceso, la transparencia y la franqueza.”

Las anteriores son las palabras de Pekka Himmanen, autor del libro “La ética del Hacker y el espíritu de la era de la información”.

Pues bien, este Blog nace a raíz del descubrimiento de este libro y de otro tremendamente influyente en el mundo de internet “El poder de las redes sociales: Manual ilustrado para personas colectivos y empresas abocados al Ciberactivismo” escrito por David de Ugarte.

Me asiste una convicción, y es que el conocimiento debe ser de dominio público, no puede ser tratado como un producto mas expuesto a la ley de la oferta y la demanda. El conocimiento es patrimonio de la humanidad, por lo tanto, todo esfuerzo por democratizarlo, por ponerlo a alcance de todos, es una tarea que no da espera.

De manera que en este espacio encontrará usted esos conocimientos que yo mismo voy adquiriendo y que me veo en la necesidad de compartir. Por eso le invito a que se suscriba a este Blog, yo le enviare material, usted sabrá que hacer con él.

Pero recuerde, el CONOCIMIENTO ES PÚBLICO y por ende es su deber compartirlo también.