“Si quieres ser VENDEDOR, debes saber que la mayor virtud es saber venderse uno mismo.”
Sergio Rodríguez
Consciente o inconscientemente, siempre estamos vendiendo algo. De hecho, vender es considerado el oficio universal. No obstante esta innegable realidad, poco se hace por cultivar esta competencia, y muchos de quienes la desarrollan, no la aplican bien o por lo menos no con loables propósitos.
Una venta es la interacción entre dos o más personas y va más allá de un simple intercambio comercial. Las transacciones económicas son sólo una parte. Se venden también cosas menos tangibles, pero mucho más importantes. Se vende una idea, un proyecto, un currículum, un carisma; se vende un estilo de vida, un cuerpo ideal, una creencia religiosa, un lugar en el más allá; se vende una moda, un partido político, una reputación y se vende humo.[1] Hasta para conseguir pareja se requiere vender.
De modo pues que el arte de vender esta presente en nuestras vidas, en todo momento y en todo lugar. Si es así, ¿Por qué entonces no nos preocupamos por desarrollar esta competencia? Hacerlo traería al menos dos beneficios: 1) Aprenderíamos a vender nuestros servicios, proyectos, ideas, sueños, convicciones y por supuesto, necesariamente redundaría en bienestar para uno mismo y su entorno. 2) Aprenderíamos a detectar a los charlatanes, a esos que se aprovechan de la ingenuidad de las personas y les venden productos, servicios e ideas que no precisamente le son de utilidad o le representan un verdadero beneficio. Para la muestra unos cuantos botones:
Los típicos programas de tele ventas que venden cremas milagrosas para adelgazar. Los políticos demagogos y populistas que hacen falsas promesas como la de acabar con el clientelismo, la politiquería, el nepotismo, la corrupción y terminan convirtiéndose en falsos mesías y caudillos hambrientos de poder. El pastor de iglesia que promete una salvación eterna a cambio de un generoso diezmo, los “brujos” y “pitonisas” que “venden” el éxito y la felicidad con velas y esencias. Los motivadores que mueven las emociones de las personas para vender “kits” de superación personal. Y un largo etcétera, etcétera, etcétera….
Por todo lo anterior, indudablemente es muy importante aprender a vender. La pregunta es ¿Dónde? Lastimosamente, no es una competencia que se enseñe en la escuela tradicional industrial, concebida ésta para producir eficaces y obedientes obreros y no personas con profundos deseos de conseguir algo más que un “empleo seguro” y “buena” remuneración. De tal manera que es necesario empezar a introducir esta enseñanza en las escuelas o en su defecto en centros de formación que tengan como uno de sus propósitos el desarrollo de esta competencia.
Recordemos, como se decía en líneas previas, que vender va más allá de un simple intercambio comercial. Es un verdadero arte, y como todos, se puede y -me atrevo a afirmar- se debe aprender. Lo primero que debemos hacer entonces es quitarnos esa imagen del clásico vendedor de enciclopedia, charlatán y acosador que solo esta interesado en vender por vender para cobrar su comisión. Y tener una percepción mas benevolente frente al acto de vender, el cual, esta presente en absolutamente todas las esferas de la vida, al fin de cuentas, nuestra resistencia a este noble oficio no es más que el resultado de nuestro temor a ser rechazados.
Aprender a vender entonces, requiere no solo el dominio de ciertas técnicas, sino, del desarrollo de competencias interpersonales que nos lleven a establecer mejores relaciones caracterizadas por ser confiables, duraderas, beneficiosas y sobre todo funcionales. En muchas de ellas están nuestros futuros clientes.
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